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Hacia finales de 1980, en medio de una esperada y supuesta apertura, al menos en la politica cultural del gobierno cubano, Manolo Granados es sutilmente revindicado con la publication de una novela suya por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), seguida por un cuento del tipo de la glasnot soviética en La Gaceta de Cuba, la revista cultural de la institución, y la condonation de la deuda acumulada de su membresía a la UNEAC, impaga por más o menos dos décadas. La realidad es que esa membresía se dejó de pagar por el aiejamiento del novelista de los predios oficiales, en un incilio de factum que se mantuvo por esa veintena de años; y como todo en un país presionado por sus procesos politicos, nadie tuvo ni tiene claro qué fue lo que provocó ese incilio ni por qué se le reivindicó años después.
En cualquier caso, la tranquilidad dura poco para quien es controversial por naturaleza, y poco después de su regreso triunfal explota el escándalo de la agrupación Criterio Alternativo que fue el revuelo armado en noviembre de 1991 por un documento (la llamada carta de los diez) firmado por diez intelectuales, en el que pedían reformas politicas en el país; lo que en un sistema policial como el cubano es un conflicto tan grave y extravagante como la sedición, la peligrosidad, la traición a la patria y otras rarezas. Todo eso es sumamente contradictorio, cuando la novela que devolviera visibilidad al escritor, Expédients de nombre, era una rendición incondicional a la prepotencia ideológica del régimen socialista. De hecho, el incilio anterior se habría debido más a esta alegre e irreverente espontaneidad que a un discurso estructurado de contestation política o siquiera social, en el coqueteo desatado por la misma Revolución contra las convenciones. En cualquier caso, Expediente de nombre fue una novela que derivó de la fuerte originalidad que le valió a Granados una mención Casa de las Américas en 1967 con Adiré y el tiempo roto; en su versión publicada, Expediente habia hecho todas las concesiones posibles al despotismo editorial cubano, desde el férreo realismo social que remeda interminablemente un hito de la novela rusa como Asi se templó el acero, y hasta cierto panfletarismo ideológico. El problema...