SERGIO RIPOLL LÓPEZ, EDUARDO RIPOLL PERELLÓ, HIPÓLITO COLLADO GiRALDO, MARTÍ MAS CORNELLÁ, JESÚS F. JORDÁ PARDO, Maltravieso El santuario extremeño de las manos. «Memorias 1». Publicaciones del Museo de Cáceres, 1999. 168 págs., con figuras, cuadros y láminas.
La publicación del presente libro recoge los últimos avances de la investigación arqueológica que han tenido lugar en la Cueva de Maltravieso. Esto pone a disposición del público un instrumento esencial para la comprensión de su legado. En este sentido el libro no sólo ha supuesto un notable incremento en el inventario de representaciones artísticas, sino que aporta importantes novedades respecto al momento cronológico de realización de las distintas manifestaciones, fases de ejecución, técnicas empleadas en la elaboración de las figuras y tipologías de los motivos. Otra novedad ha sido la constatación de la inexistencia de mutilaciones en las manos. Estas amputaciones, tan largamente comentadas por la bibliografía tradicional, no son tales, sino simples ocultaciones intencionales del dedo meñique con el mismo pigmento empleado para plasmar la mano en negativo.
La obra está configurada en tres grandes apartados. El primero de ellos comprende la historia de las investigaciones en la Cueva de Maltravieso. Una segunda sección, muy amplia, contiene las características geológicas del yacimiento y la metodología e inventario descriptivo de los distintos núcleos con arte rupestre del conjunto. Por último, el tercer segmento del trabajo está compuesto por una serie de capítulos con diferentes estudios del conjunto a modo de síntesis.
La historia de la investigación pretende, en un escueto recorrido desde los comienzos de la década del cincuenta, sintetizar los inicios de la recuperación y el estudio de la cueva. Desde C. Callejo al identificar una parte de las manos, pasando por las manos del profesor M. Almagro Bach, que visitó la cueva en 1959 y en 1960, esta vez con el profesor F. Jordá Cerda. Por su parte, M. Almagro Basch comunicó la noticia del descubrimiento al abate H. Breuil en la década del sesenta. A finales de los ochenta y principios de los noventa F. Jordá Cerda y J.L. Sanchidrián, efectuaron la documentación e inventario de las manifestaciones artísticas de la cueva cacereña. Entonces se registraron 37 siluetas de manos. Señalaron, en aquel entonces, que posiblemente los dedos meñiques no representados, no estuvieron ni mutilados ni doblados, sino que pudieran en algún caso haber sido repintados una vez realizada la silueta. Establecieron la atribución cultural del conjunto en un Magdaleniense medio, en torno al 14000. Varios años después y a falta de una atención adecuada hacia el yacimiento, los autores proponen un proyecto de documentación exhaustivo y posterior estudio de todas las manifestaciones artísticas de la cavidad, y que es el objeto de esta monografía.
En relación con el primer apartado: características de la cueva de Maltravieso, situada en la zona Sur de la ciudad de Cáceres, es un amplio capítulo donde se estudia la cueva desde el punto de vista geológico y se describen los conductos que componen la cavidad.
Los siguientes dos capítulos se inician con una exposición de los diversos métodos y técnicas empleados para estudiar el conjunto parietal. Pero sin duda el capítulo más completo y detallado es el dedicado a las temáticas de las representaciones de cada uno de los conjuntos, paneles y figuras. El tema básico son las siluetas de manos, que se encuentran en 20 de ios 29 paneles. Junto a las manos y en menor proporción aparecen signos (puntuaciones y líneas paralelas, siempre en pintura), figuraciones zoomorfas (cérvido, caprino, bovido, cabeza de équido, un cuadrúpedo indeterminado) y trianguliformes grabados o pintados, que existen en los diferentes paneles unas veces de manera independiente y otras asociadas a aquéllas.
Es interesante observar el tratamiento que se utiliza para su documentación, no sólo por los descubrimientos reveladores que permiten las nuevas tecnologías (se llegaron a registrar 71 siluetas de manos de las cuales 17 sólo eran perceptibles en soporte fotográfico y en vídeo) sino también, por el grado de conservación que permite este tipo de registro (caico indirecto por medio de la fotografía y su posterior análisis digital).
El tercer apartado, contiene un análisis de los diferentes capítulos y pretende fundamentalmente aglutinar la información que tenemos sobre las distintas figuras, en cuanto a técnicas, interpretaciones, cronología, etc.
Para analizar la técnica de representación los autores desarrollaron experimentos, llegando a la conclusión de que la manera más sencilla de realizar las reproducciones era con una cánula y en cuanto los pigmentos utilizados para los halos de las manos, posiblemente provengan del sedimento arcilloso de la cavidad. También se intentó establecer la estatura aproximada de los individuos que plasmaron las manos en las paredes de las cuevas obteniendo resultados importantes. Para dicho análisis se basaron en los parámetros matemáticos de Salhy (1966). Otros investigadores trataron el tema, como el estudio de Carlos Gradín en la Patagonia (1980). Resultaría interesante establecer, en un futuro, un estudio metodológico- comparativo para una mejor calibración de los resultados de ambas investigaciones.
En el capítulo teorías interpretativas de las representaciones de manos es interesante la aportación, por otra parte novedoso, respecto a la constatación de la inexistencia de mutilaciones de las manos en la cueva sino simples ocultaciones intencionales del dedo meñique. El libro hace un recorrido histórico de las investigaciones desde principio de siglo donde este tipo de representaciones, con dedos cortados o incompletos, ha sido objeto de estudio por parte de numerosos investigadores y han suscitado numerosas hipótesis. Por ejemplo, se han propuesto diferentes teorías como manos con alteraciones morfopatológicas (Salhy, 1966) y de origen mágico-religiosos (G.H. Luquet, 1938) o ritual (L.R. Nougier, 1984; B. y G. Delluc, 1993), hasta la idea de A. Leroi-Gourhan (1967) quien planteó la posibilidad de interpretarlas como un repliegue de los dedos, y de esta forma, tratarse de un código gestual. Para los autores, en coincidencia con este último investigador, podría interpretarse como un código, cuyo significado sigue siendo desconocido.
También se elabora un completo paralelo con las manos halladas en la Península Ibérica y con Francia, del cual de las ciento noventa y siete manos identificadas en España, ciento noventa y tres son negativas y sólo cuatro positivas. Particularmente en la cueva de Maltravieso se han encontrado setenta y una manos, de las cuales, salvo tres manos positivas blancas, el resto de las representaciones se realizan con ocre rojo. Este predominio del color rojo los autores lo observan también en Francia donde existen trescientas cuarenta y dos representaciones, de las cuales treinta y cuatro son negativas y tan sólo ocho son manos positivas. La diferencia radica en la tonalidad, mientras en la Península Ibérica predomina el ocre rojo, seguidas por el color marrón y el ocre violáceo con escasas manos en negro; en Francia predomina el color negro, seguido por el rojo, y en algunas manos el color ocre marrón, el ocre rojo amarillento y una mano de color blanco.
Tras un completo registro de manos en las dos regiones, el capítulo siguiente elabora una propuesta novedosa en la compleja tarea de establecer un marco cronológico, ya que no existen superposiciones que abarquen todas las manifestaciones. Por tanto la cronología se basó en la sucesión iconográfica y estratigráfica en algunos paneles. Al parecer existe un primer y fugaz momento encuadrable en el Auriñaciense Medio o Final. Una segunda fase igualmente esporádica, previa a la plasmación de las manos que se corresponde con la tercera fase situada posiblemente en un horizonte cultural gravetiense. Posteriormente se documenta otras pictografías cuya cronología es aún más imprecisa que se atribuiría en un momento transicional entre el Solutrense Final y el Magdaleniense Inicial.
Al final del libro los autores dan a conocer otras estaciones con representaciones superpaleolíticas como la Mina de Ibor, la cueva de Sana Ana y la cueva de El Oso. Y por último se presenta un completo catálogo-inventario de todas las manos analizadas.
Finalmente, a lo largo de las páginas se puede apreciar la calidad e importancia de las representaciones de la cueva de Maltravieso, fundamentalmente de las manos. Esto es significativo, no sólo por el hecho de hallarse aislada en una zona geográfica en la que se tiene referencia de unos pocos yacimientos con manos sino porque, además, es la única cavidad con un elenco lo suficientemente amplio para poder establecer conclusiones.
Cuando llegó a mis manos el presente libro desde sus primeras páginas nos hace ver la importancia del trabajo sobre las manos pintadas: «...de Maltravieso a la Patagonia...». Tengo la oportunidad de estar trabajando en el estudio del arte rupestre en el sur Argentino y paralelamente leer los resultados de las investigaciones que se vienen desarrollando en la Cueva de Maltravieso. Esto me permitió pensar sobre los posibles estudios y metodologías aplicadas en las manos pintadas de la Patagonia para más adelante. Por ejemplo, como observamos más arriba, las investigaciones para establecer la estatura aproximada de los individuos que plasmaron las manos en las paredes de las cuevas, por medio de sus dimensiones y medidas; como así también, el modo de documentar y utilizar las nuevas tecnologías en la detección de nuevas figuras y su registro por medio de fotografías con luz ultravioleta y del vídeo con el posterior tratamiento digital por ordenador en cuevas y abrigos de baja visibilidad (muy común en el área patagónica). Por esto y mucho más, la obra es sugerente en extremo e induce a reflexiones que ayudan a pensar sobre el registro (artístico) arqueológico desde Maltravieso hasta la Patagonia.
MARCELO ADRIÁN TORRES
BIBLIOGRAFÍA
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