Querido Jacinto:
Nuestros compañeros, Cristina Rodríguez Marciel y Kilian Lavernia, editores de Endoxa, la revista de nuestra Facultad a la que tantas energías dedicaste, me piden que escriba unas líneas sobre ti, en definitiva, que te diga adiós en nombre de todos los que te queríamos. Lo hago en forma de carta, entregándome a la ilusión de que estás en un lugar donde aún es posible la lectura.
Como comprenderás, no me resulta sencillo confiar al papel lo que siento. Bien sabes que en el dolor prefiero el silencio, tú también lo preferías. Recuerdo que alguna vez hemos comentado la reacción del personaje bíblico, Aarón, cuando le comunicaron la muerte violenta de sus dos hijos. Cuando todo el pueblo esperaba con el corazón encogido su reacción, la Biblia informa lapidariamente: "Y Aarón no dijo nada". Algo muy parecido a lo que con tanta hondura expresas en tu libro de poemas La luz de la jornada: "Deshecha la palabra y la figura/queda solo el gesto del silencio. /Mas siempre nos quedará, aun en cenizas, / todo el amor y el mar que siempre llevo". Leídos después de tu muerte, estos versos nos emocionan y conmueven.
Y es que tal vez los momentos más intensos que ha vivido la humanidad han sido sus silencios. Los místicos de todos los tiempos lo supieron en profundidad. Ortega y Gasset los llamó "portentosos decidores", pero también protagonizaron silencios decisivos. Experimentaron el "silencio de los espacios infinitos" que espantaba a Pascal y el silencio final, el de la muerte, en el que tú has entrado. Lutero solía citar el dicho alemán "el último hábito no tiene bolsillos". Evocaba así la total indefensión de los humanos ante la muerte. Es la indefensión que hemos sentido ante tu inesperada partida. Personalmente la he sentido -y disculpa la expresión tan poco académica- como una crueldad. Solo tenías 72 años y a tu puerta llamaban incesantemente las invitaciones a escribir y participar en Congresos internacionales. Por cierto: tus discípulos y amigos Pedro Jesús Teruel y Óscar Cubo están organizando unas jornadas internacionales en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Valencia con un título muy logrado: "Elevar la vida a concepto. En memoria de Jacinto Rivera de Rosales".
Jacinto, te puedo asegurar que hoy todos nos sentimos más pobres que hace un mes, cuando tú estabas entre nosotros. La UNED, especialmente nuestra Facultad de filosofía, es bien consciente de la dolorosa amputación que tu marcha significa. Tendrías que haber visto la mezcla de dolor y resignación que reflejaban nuestros rostros en el tanatorio de Pozuelo. Nos impresionó profundamente el dolor y la entereza de Valeria, tu esposa. Sus lágrimas se mezclaban con las nuestras. Aquella tarde hubo de todo: silencio y palabras. Y es que probablemente siempre son necesarias las dos melodías: la del silencio y la de la palabra; también esta última se muestra imprescindible, sanadora, fuente de consuelo. Bien lo sabía nuestro Unamuno, impaciente buscador de consuelo. "Creo porque es cosa que me consuela", nos espetó con su habitual desparpajo.
Querido Jacinto, los antiguos romanos decían que morir era "pasarse a la mayoría". Lo que ocurre es que tú estabas muy contento con la minoría, con las pequeñas cosas nuestras de cada día. Eras feliz con Valeria en vuestra preciosa casa de Pozuelo donde tantos buenos ratos habéis compartido con familiares y amigos. Siempre recordaremos aquellas felices veladas en las que te arrancabas con la guitarra y las canciones. Eras feliz también en tu condición de catedrático emérito de filosofía en nuestra UNED. La docencia y la investigación filosófica han sido, junto con la música y la poesía, tus grandes pasiones. Te van a echar de menos en el Auditorio de Madrid. Y, sobre todo, te echarán de menos nuestros alumnos. No es ningún secreto la altísima valoración que les merecía tu docencia y tu persona. Sabías introducir magistralmente en lo más hondo del pensamiento filosófico, especialmente del idealismo alemán, que carecía de secretos para ti. Yo mismo me beneficié, a través de nuestras frecuentes tertulias de sobremesa, de tu magisterio. A partir de ahora lo haré, lo estoy haciendo ya, asomándome a tus libros. Nos dejas una rica herencia escrita. Permíteme que cite al menos las dos obras que dedicaste a tus dos grandes amores filosóficos, Kant y Fichte. Allá por el 2011, el año que iniciaste tu etapa de decano, publicaste El punto de partida de la metafísica transcendental. Un estudio crítico de la obra kantiana.. Y unos años después, en 2015, le tocó el turno a Fichte. Te has ido con la alegría de ver traducido tu Fichte al francés y al italiano.
Continúo con el relato de tu apego a las minorías: como diría nuestro Unamuno, realizaste con el "contentamiento" general tu labor de decano de nuestra Facultad. En tiempos nada fáciles, tu dedicación fue ejemplar y de largo alcance. Y, llegados a este punto, me tienes que disculpar que revele un secreto que, siguiendo tu deseo, he guardado hasta ahora celosamente. Nos presentamos juntos al decanato de la Facultad, yo como decano, tú como vicedecano primero. Entre nosotros había un pacto: cumplidos mis primeros cuatro años de decano, invertiríamos los papeles: tú te presentarías como decano y yo como vicedecano. Sin embargo, pasados los cuatro años, un buen día, con la seguridad del convencido que no admite réplica, me dijiste: "Manolo, hemos funcionado bien así, no hagamos cambios. Vuelve a presentarte tú como decano y yo te seguiré acompañando como vicedecano". Así lo hicimos y durante ocho años dirigimos juntos la Facultad. Lo he reconocido siempre en público y en privado: sin tu ayuda, tan generosa y eficaz, yo no hubiera podido afrontar las tareas del decanato. Si ahora rompo el silencio que entonces me impusiste es porque deseo que tu gesto de generosidad sea conocido.
Jacinto, dejó escrito A. Machado que "el principal talante ético es el de la bondad". Hoy deseo, deseamos todos tus amigos, agradecerte la tuya. Afirmaba Confucio que una persona buena -"humanitaria", decía él- no dispara nunca a un pájaro "posado". Tampoco a ti te imaginamos realizando ese disparo. En cambio, me sale del alma aplicarte la profunda frase de san Agustín: "Vive de tal forma que cuando mueras no mueras". Ha sido tu caso. Lo he comentado con algunos compañeros: algo nos susurra que tardarás en irte, que sigues entre nosotros.
No es necesario buscar avales para lo que acabo de escribir, pero existe uno que no me resisto a citar. Las religiones tradicionales africanas creen que mientras el difunto es recordado por su nombre no ha muerto del todo, pertenece a la categoría de los "muertos vivientes". Un "muerto viviente" es una persona físicamente muerta, pero que, mientras sea recordada, no ha muerto del todo. El proceso de la muerte solo se completa cuando, pasadas algunas generaciones, ya nadie recuerda al difunto. Unamuno lo expresa así en su San Manuel Bueno, mártir. "Hasta que un día hasta los muertos nos moriremos del todo". Algo que solo ocurrirá cuando vayan desapareciendo los que nos conocieron y amaron. En este sentido, querido Jacinto, sigues estando entre nosotros.
Cuando murió E. D'Ors, su discípulo y amigo, José L. López Aranguren escribió: "El espíritu no muere, el diálogo prosigue, la palabra no puede extinguirse". Considero posible continuar dialogando contigo, Jacinto, aunque tú ya solo nos respondas desde el silencio misterioso y sobrecogedor de la otra orilla.
Termino, querido Jacinto: Una vieja canción alemana, entonada con melancolía por los románticos de aquella tierra, a los que tú conocías y admirabas, comienza así: "Permanecen aún las viejas calles, permanecen aún las viejas callejuelas, pero los viejos amigos se fueron...". Tú te has ido. A los que aún seguimos por aquí siempre nos quedará el consuelo que nuestro admirado Kant expresó en un lenguaje bien inteligible: "en compensación por las muchas fatigas de la vida el cielo nos ha otorgado tres cosas: la esperanza, el sueño y la risa". El decanato y los pasillos de nuestra Facultad no olvidarán fácilmente tu sonora y espontánea risa. Y seguiremos compartiendo tus esperanzas, tan nobles, tan "humanitarias".
Hasta siempre, querido Jacinto.
Manolo Fraijó
You have requested "on-the-fly" machine translation of selected content from our databases. This functionality is provided solely for your convenience and is in no way intended to replace human translation. Show full disclaimer
Neither ProQuest nor its licensors make any representations or warranties with respect to the translations. The translations are automatically generated "AS IS" and "AS AVAILABLE" and are not retained in our systems. PROQUEST AND ITS LICENSORS SPECIFICALLY DISCLAIM ANY AND ALL EXPRESS OR IMPLIED WARRANTIES, INCLUDING WITHOUT LIMITATION, ANY WARRANTIES FOR AVAILABILITY, ACCURACY, TIMELINESS, COMPLETENESS, NON-INFRINGMENT, MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR A PARTICULAR PURPOSE. Your use of the translations is subject to all use restrictions contained in your Electronic Products License Agreement and by using the translation functionality you agree to forgo any and all claims against ProQuest or its licensors for your use of the translation functionality and any output derived there from. Hide full disclaimer
© 2021. This work is published under https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/ (the “License”). Notwithstanding the ProQuest Terms and Conditions, you may use this content in accordance with the terms of the License.
Abstract
Jacinto, te puedo asegurar que hoy todos nos sentimos más pobres que hace un mes, cuando tú estabas entre nosotros. Permíteme que cite al menos las dos obras que dedicaste a tus dos grandes amores filosóficos, Kant y Fichte. Sin embargo, pasados los cuatro años, un buen día, con la seguridad del convencido que no admite réplica, me dijiste: "Manolo, hemos funcionado bien así, no hagamos cambios.
You have requested "on-the-fly" machine translation of selected content from our databases. This functionality is provided solely for your convenience and is in no way intended to replace human translation. Show full disclaimer
Neither ProQuest nor its licensors make any representations or warranties with respect to the translations. The translations are automatically generated "AS IS" and "AS AVAILABLE" and are not retained in our systems. PROQUEST AND ITS LICENSORS SPECIFICALLY DISCLAIM ANY AND ALL EXPRESS OR IMPLIED WARRANTIES, INCLUDING WITHOUT LIMITATION, ANY WARRANTIES FOR AVAILABILITY, ACCURACY, TIMELINESS, COMPLETENESS, NON-INFRINGMENT, MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR A PARTICULAR PURPOSE. Your use of the translations is subject to all use restrictions contained in your Electronic Products License Agreement and by using the translation functionality you agree to forgo any and all claims against ProQuest or its licensors for your use of the translation functionality and any output derived there from. Hide full disclaimer