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El adjetivo borgeano es parte del habla natural, no sólo del juego de lenguaje de la literatura; hay personas que Io emplean sin haber leído ninguna línea de Borges, en el mismo sentido en que se usa el adjetivo dantesco para referirse a eventos extremes, como un siniestro de proporciones -doce compañías de bomberos ante una escenografía de humo y llamas- o una colisión cuátriple en la carretera. Pocos autores han logrado esto. Decir que algo es borgeano equivale a decir que algo es laberíntico, paradójico, espejeante, intrincado. Ninguna de estas palabras agota Io que queremos decir cuando decimos borgeano, pero serían lados de un mismo poliedro, trazos de un mismo dibujo. Pues bien, el cuento ante el cual hoy nos reunimos, "There are more things" -que podríamos traducir, caprichosamente, como "Hay otras cosas"-, es, a mi modo de ver, la cristalización de ese poliedro, la consumación de ese múltiple dibujo.
"There are more things" está dedicado a la memoria de Lovecraft, escritor inglés que se especializó en el horror. Este es un dato relevante, si consideramos la opinión que el escritor argentine tenía de él. Borges le criticaba a Lovecraft matar sus cuentos en el momento en que describía a la criatura que funcionaba como origen de todas las pesadillas. Esta crítica también se le podría hacer al mal cine de terror, cuando cae en el error de mostrar qué es finalmente aquello que dormía en el closet de los niños; claro, todo iba bien cuando no era más que una cámara subjetiva, pero cuando aparece el payasito con sus vidriosa mirada diabólica o el zombie gangrenoso arropado de andrajos, desde ahí en adelante la película se torna infumable, baratija de videoclub (en este sentido, es mucho más eficaz el mismísimo cuco de la tradición oral, entidad espeluznantemente indefinida). En una con versación de la que se tiene registre,2 Borges le preguntó a Richard Burgin si había leído a Lovecraft. "No," le contestó. "Bueno, no hay razón para leerlo," agregó Borges. Un tercer antecedente aparece en El libro de arena mismo (libre de 1975, al que pertenece este relato). Borges, con esa inquietante humildad que Io caracterizaba -que nada tenía que ver con la falsa modestia, sí tal vez con la máscara- escribe en...