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Abstract
El Segundo Discurso termina como crítica negativa, sin mapear los cambios necesarios para obtener una sociedad ideal pero realizable. El Contrato Social nos da las bases y argumentos para ese diseño conceptual y práctico; un diseño que nos es solamente político sino también de transformación de la naturaleza humana a través de la política, de las instituciones y de la educación. El concepto de soberanía popular realiza un papel fundamental en esta tarea: por un lado, coloca «el pueblo» como sujeto histórico detentor de la soberanía; por otro lado, lo hace a través de su despliegue en el concepto de voluntad general. A través de este concepto Rousseau concilia su intención de recuperación de libertad individual con lo de una sociedad bien ordenada donde el bien común es ideal regulador. Sin embargo, Rousseau confronta un dilema irresoluble: la consciencia de que existe un abismo profundo entre su punto de partida (lo que es) y su punto de llegada (lo que debe ser). La política de inmanencia se transforma en una política de dualismo, encarnada en la figura del Legislador.