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En noviembre de 1966, dos meses antes de matarse, en sello RCA, aparece Las últimas composiciones de Violeta Parra. Fijado para siempre, el dato permanece como una herida abierta. Violeta Parra agradece a la vida como una niña que no quiere ser castigada o como un último exorcismo inútil; la batalla que ha emprendido está de antemano perdida y esa calurosa mañana del 5 de febrero de 1967 la impresionante maldición de su Maldigo del alto cielo
Maldigo la cordillera
De los andes y de la costa
Maldigo señor la angosta
Y larga faja de tierra
También la paz y la guerra
Lo franco y lo veleidoso
Maldigo lo perfumoso
Porque mi anhelo está muerto
Maldigo todo lo cierto
Y lo falso con lo dudoso
Cuánto será mi dolor.
se funde haciéndose trizas con la maldición aún más absoluta de la eternidad:
iTierra, desfallece! iMundo marchítate!
iSéquense ríos y mares!
que se derrumbe el cielo con la tierra
y que borrachas se desplomen
las montañas
porque era eterno nuestro pacto
y tú lo rompiste oh hija de Sión
Como si dos mil quinientos años fueran apenas un segundo para la desdicha, recordé esos párrafos leyendo La poesía de Violeta Parra, este extraordinario libro de Paula Miranda sobre la más entrañable y dolorosa de nuestras artistas, aquella que como todos los grandes poetas, como aquellos que fundan la historia de los pueblos tocó la alegría, el dolor, la esperanza, el amor, el odio, el abandono, la pasión, la desesperación, la picardía, y que quizás por eso mismo, por expresar todas las emociones humanas también padeció todas las vidas hasta arrancarse la suya.
Me ha parecido que esa constatación está en el origen de un libro como este y no es casual que en él su autora haya puesto precisamente su vida. Magistralmente escrito, Paula Miranda ha unido...