Content area
Full text
Es esta la primera vez que Costa Rica aparece como República soberana representada por sus poderes políticos... Perdida la esperanza de que se reorganizase la disuelta República de Centroamérica, Costa Rica, que sufría las funestas consecuencias de un estado anómalo y precario, pidió á sus representantes, con mi débil apoyo, un nombre que sacase su existencia del caos en que se hallaba anonadada. Resultado de esta legítima solicitud es el claro nombre con que Costa Rica figura ya en el catálogo de las naciones y que ha deslindado sus derechos...'
Las anteriores son las palabras de quien llegó a ser el último Jefe de Estado y primer Presidente de Costa Rica, el doctor José María Castro Madriz (1818-1892)2, luego de que el Congreso decretara el establecimiento de la República. Con ello, se veía realizado uno de los proyectos más caros del idealista y joven gobernante de 29 años de edad, por el cual había realizado numerosos y diligentes esfuerzos. Para ello, Castro debió primero buscar el apoyo decidido de los cuerpos municipales del país, que de acuerdo a la Constitución Política vigente eran los únicos que podían solicitar una reforma total a la Carta Magna. Ésta fue presentada por la Municipalidad de San José y fue apoyada por los municipios de las ciudades vecinas. Hacia mediados del siglo XIX, la supresión de los localismos, que anteriormente habían provocado inestabilidad política, había contribuido a la centralización del poder y la creación de una fuerza armada subordinada al Poder Ejecutivo, esenciales para establecer el sistema de dominación.
Después de la independencia en 1821, la coyuntura siguiente tenía un reto y una tarea para la mente de las elites políticas centroamericanas: el concepto de nación, cuyo resultado sería el proyecto de construcción nacional centroamericano. Aunque el proceso de la independencia en Centroamérica no generó cruentas y sangrientas guerras, sí motivó la reaparición de antiguas e incluso nuevas rencillas, resurgiendo el antagonismo de los criollos ante los peninsulares, producto de temores ante la novedosa situación. Y al no existir una lucha armada emancipadora que uniese a las provincias del Reino y Capitanía General de Guatemala en una empresa común, la fragmentación y los localismos se acentuaron con más fuerza, por lo que resultó harto infructuoso mantener posiciones comunes...