1. La pregunta central y una pregunta previa
Nuestro concepto habituai de verdad, manzana de la discordia en tantas y tan largas discusiones filosoficas, posée para la metâfora una importancia meramente negativa. Es una impronta del enunciado metâforico no ser verdadero, ï serlo tan solo en un sentido trivial. Decir que las palabras son las flores de la boca es falso, pues una palabra es una entidad lingiiïstica que séria absurdo buscar en un jardin. Y decir que los seres humanos no somos islas, es verdadero, pero a la vez trivial: quien simplemente conozca el significado de las expresiones castellanas "ser humano" e "isla", no le dedicaria siquiera un instante a la pregunta de si acaso un ser humano quizâ si sea una isla.1 Se trata, como digo, de una impronta, i.e., de un rasgo constitutivo del fenomeno metaforico. Si el enunciado "Las palabras son las flores de la boca" fuese verdadero, en el sentido habituai de la palabra "verdadero", ello implicaria: primero, que la extension del predicado "flor" séria considerablemente mayor que su extension actual; segundo, que estariamos frente a un enunciado literal; y por ende, tercero, que yo habria cambiado de tema.
Todo esto es mas ï menos obvio, pero por obvio tendemos a callarlo y a olvidarlo. No asi Donald Davidson, cuyo influyente articule "Que significan las metâforas contiene de principio a fin el siguiente recordatorio: para que un enunciado pueda ser considerado metaforico es esencial que no sea verdadero, en el sentido habitual del término. Ahora bien, es dificil negar que, al mismo tiempo, decir de las palabras que son las flores de la boca podria ser, en otro sentido del término, completamente verdadero. Al menos es posible discutir si esta metâfora présenta una vision adecuada ï correcta del lenguaje. Quien no estuviese de acuerdo, podria plantear que se tiene una concepciôn mas apropiada del lenguaje si se ven las palabras como herramientas. Y también sobre esta metâfora se podrâ discutir, es mas, se ha discutido de hecho. Hay quienes han observado mas problemas que ventajas en la propuesta rortyana de que las palabras (o "léxicos") no son mas que herramientas destinadas a un eficiente manejo de la realidad. Estos casos demuestran que Io metaforico no nos transporta fuera del âmbito de Io debatible, Io arguible, Io justificable -fuera, por Io tanto, del âmbito de Io verdadero y Io falso. Pues bien, ^cuâl es ese otro sentido de la palabra "verdadero" en que una metâfora puede ser, ï no, verdadera? ^En que consiste la verdad de una metâfora? Esta es la pregunta central que motiva el présente trabajo. Su primera parte (la seccion 2) consiste en un examen critico de una posible respuesta, ï mejor, de un posible modelo de respuesta; en la segunda parte (las secciones 3, 4 y 5) desarrollo una propuesta alternativa. Como Io sugiere su titulo, el trabajo no représenta una respuesta exhaustiva a la pregunta central; mi intencion es aproximarme a una respuesta.
Sin embargo, habiendo mencionado a Davidson, no puedo entrar en materia sin examinar la pregunta précédente de si realmente es necesario ï pertinente buscar un concepto de verdad metaforica. Davidson piensa, en efecto, que no Io es. En su opinion, no tiene sentido atribuir verdad a una metâfora, fundamentalmente por dos razones: primero, porque un enunciado metaforico no posée un contenido semantico propio, i.e., distinto de su contenido semantico literal, de acuerdo con el cual, como vimos, se trata y tiene que tratar de un enunciado falso ï trivialmente verdadero. Y segundo, porque, como veremos mas adelante muchas metâforas incluyen aspectos no proposicionales; muchas metâforas -y acaso las mejores- evocan, por ejemplo, imâgenes y sentimientos. Al mismo tiempo, Davidson no niega, sino todo Io contrario, que el discurso metaforico sea un importante factor en nuestra experiencia cognoscitiva del mundo, distanciândose explicitamente de tradiciones como las del empirisme, tanto el clâsico como el lôgico, que no ven en la metâfora mas que un recurso ornamental. Pero aqui precisamente surge el problema: tan pronto como se niega que una metâfora pueda ser en algun sentido verdadera, no parece licito seguir hablando de su papel cognoscitivo. Davidson describe la relacion entre una metâfora y aquellas verdades literales a las que esta nos puede conducir en una terminologia causalista: el enunciado metaforico "suscita" ("provoca", "ocasiona" ï hasta "détona") el reconocimiento de nuevas verdades literales. Pero si es êse el tipo de relacion en juego, no parece haber cabida para la idea de que una metâfora es capaz de cumplir una funcion especificamente cognoscitiva. Porque si es ése el tipo de relacion en juego, haber escuchado ï leido una metâfora no podria constituir una razon para aceptar ciertos enunciados literales como nuevas verdades. Bien pueden también unos buenos tequilas causar el reconocimiento de alguna insospechada verdad literal. Unas boras mas tarde puede causarlo también un café cargado. Pero no por ello hablamos de una funcion cognoscitiva del tequila ï del café, sencillamente porque ni uno ni otro son ï brindan razones que respalden una determinada creencia. El problema en que veo inmerso a Davidson puede ser descrito como sigue: al no existir un significado especificamente metaforico, y al haber aspectos no proposicionales de por medio, Davidson no crée poder hablar de una verdad metaforica. Pero al no hacerlo, la atribucion de un valor cognoscitivo a la metâfora queda reducida a un decirpor decir, a una mera confesion de labios. En mi opinion, solo es posible salir de este problema, si se logra encontrar aquello que Davidson sencillamente no busca: un concepto de verdad que sea aplicable a enunciados metafôricos, pesé a que éstos no poseen un contenido semântico distinto de su contenido literal y pesé a que hay en juego elementos no proposicionales.
Una ultima observaciôn antes de comenzar: decir que Davidson nos recuerda Io mas ï menos obvio podria parecer una afirmacion ironica; sin embargo, no ha sido ésa mi intencion. No solo importa tener présente que un enunciado metaforico es literalmente falso ï trivial, por ser este un aspecto constitutivo de Io metaforico. Importa ademâs, porque el recordatorio contiene, por asi decir, un indicio: el indicio de que el concepto de verdad metaforica que buscamos sea probablemente un concepto muy distinto del de verdad literal, quiero decir, un concepto de verdad cuya gramatica résulte ser diferente de la gramâtica del concepto de verdad literal.
2. «; Verdad metaforica como verdad literal indirecta?
La explicacion sin duda mas a la mano de la verdad de una metâfora dice mas ï menos asi: un enunciado metaforico sera considerado verdadero, si de alguna manera nos conduce al reconocimiento de verdades literales. La idea es sencilla y transparente: al interpréter una metâfora accedemos tarde ï temprano a ciertos enunciados literales; pues bien, si éstos son verdaderos, en el sentido habituai de la palabra, entonces podremos atribuirle verdad a la metâfora misma. El concepto de verdad metaforica séria analizado asi mediante el concepto de verdad literal. Y Io especifico de la verdad metaforica, es decir, Io que caracteriza a aquel sentido distinto de verdad que aqui nos interesa, estaria en el modo indirecto en que una metâfora comunica su verdad: es via la verdad literal de aquellos enunciados en que desemboca la interpretaciôn de una metâfora, que esta puede ser considerada verdadera. En una palabra, verdad metaforica es verdad literal indirecta.
Este modelo explicative goza de una intuitiva plausibilidad de la que es necesario dar cuenta (volveré sobre esto mas adelante). Sin embargo, sus deficiencias no son pocas y poseen ademâs un cierto denominador comun, Io cual pareciera apuntar a un problema de fonda en este, como Io llamaré, "modelo de la verdad indirecta". A continuacion quiero resenar brevemente cuatro criticas, cuyo denominador comun es la tesis de que dicho modelo entra en conflicto con aspectos precisamente distintivos del discurso metaforico. De ser las criticas acertadas, tendriamos entonces que el modelo no logra dar con Io especificamente metaforico de la verdad metaforica y que es ése su problema de fondo.
a) El caracter abierto de un enunciado metaforico. Una de las caracteristicas intrinsecas de toda metâfora viva es su capacidad de sugerir muchas y, en rigor, infinitas lecturas. La idea de que en un determinado momento se llegue a la interpretacion, ï la interpretacion compléta, es una idea ajena al concepto de Io metaforico. Propio de una metâfora, como observa Cavell, es mas bien el "etcetera" con que acaba normalmente su comentario ï parâfrasis.7 Un interprète sensible y culto siempre podrâ encontrar un comentario original a metâforas como "Las palabras son las flores de la boca", "La arquitectura es musica petrificada" ï "El Senor es mi pastor". Ahora bien, si la idea de interpretacion metaforica es necesariamente indeterminada, no queda claro cuales y cuantos enunciados literales tendrian que ser verdaderos para que Io fuera también el enunciado metaforico. Esta es la primera dificultad con que se topa el modelo de la verdad indirecta.
Veamos una posible objecion. Con apoyo en teorias de la metâfora como las de Grice ï de Searle, se podria trabajar con la idea de que un enunciado metaforico es verdadero cuando Io son (la mayoria de) los enunciados implicados por un hablante (Grice), es decir, cuando es literalmente verdadero aquello que el hablante quiere decir indirectamente (Searle).8 Por cierto, esta es una de las posibles versiones del modelo que estâmes examinando y seguramente la mas difundida. Ahora bien, la objecion consistiria en decir que la explicacion que acabo de referir no contradice en absolute el hecho de que una metâfora pueda generar mas y mas lecturas; no Io contradice, puesto que el hablante simplemente no tiene la intencion de afirmar todo Io que pueda ser asociado con su metâfora. De igual modo, no séria sensato pretender identificar todas las lecturas que se le ocurran a un interprète con la ï las intenciones asertoricas del hablante. Asi pues, la verdad de una afirmacion metaforica seguiria siendo la verdad literal de Io que el hablante quiso decir y esto no estaria en contradiccion cou el carâcter abierto de la metâfora. El problema de esta argumentacion radica en que es correcta: en efecto, un enfoque corno el de Searle ï de Grice no contradice el carâcter abierto de Io metaforico; no obstante, y esta es mi objecion, tampoco da cuenta de él. La inexistencia de un limite interpretative en el caso de metâforas vivas ï fuertes es y seguirâ siendo una viga en el ojo para todo modelo que defina ï analice la verdad metaforica en términos de verdad literal.
b) Redes metaforicas. La segunda critica arranca de la siguiente observacion: una buena metâfora suele despertar en el interprète no solo una cantidad indefinida de pensamientos literales, sino también pensamientos metaforicos. Los interprètes suelen extender ï expandir una metâfora mediante otras, generando algo asi como cadenas ï redes metaforicas.11 La metâfora "Un poema es un faisan" nos permite ver que un poema sabe muy bien de su singular belleza, que no tiene intencion de ocultar que Io sabe, que solo a veces despliega su plumaje, que su coqueta autocomplacencia puede llegar hasta la soberbia. . . todo Io cual es tan cierto como metaforico. No séria justo decir que la condiciôn expansiva de una buena metâfora esta en contradicciôn directa con el modelo que critico; pero una cierta tension me parece innegable. No hay contradicciôn, pues el modelo de la verdad indirecta en ningun momento niega que la interpretaciôn de una metâfora contenga en muchos casos, como algo de hecho, otros enunciados metaforicos; pero hay una tension, en la medida en que la idea directriz, la que anima y organiza dicho modelo, es la idea de una traduccion de enunciados metaforicos a enunciados literates. En consecuencia, si bien no se niega el fenomeno de las redes metaforicas, es inévitable que se Io considère accidentai y secundario: un accesorio, no un rasgo tipico de la buena metâfora.
c) Las virtudes no proposicionales de una buena metâfora. Ver al hombre como lobo del hombre va ligado a sensaciones de rechazo, temor ï desconfianza, esto es, a aspectos emocionales no susceptibles de expresion proposicional. Asimismo, las metâforas suelen sugerir imâgenes, escenarios, pueden crear ï transformar una atmosfera: "y el verso cae al aima como al pasto el rocio" (Neruda); "el sueno teje un ovillo de seda de la enmaraiïada manga de las preocupaciones" (Shakespeare). Una imagen vivida puede ser, que duda cabe, el condimento décisive de un buen plato metaforico. Ahora bien, pretender averiguar cuântas proposiciones transmite una imagen es, como diria Wittgenstein, pretender decir como suena un clarinete. Acaso la clasificacion mas profunda de teorias modernas de la metâfora sea la propuesta por Martin Davies entre "teorias proposicionales" (proposition théories) y "teorias de la imagen" (image théories), y hay buenas razones para compartir su simpatia por estas ultimas. Como bien senala Davidson, en la vida existen importantes experiencias que no pueden ser reducidas a la aprehcnsion de un contenido proposicional, y una funcion central de metâforas vivas y refrescantes es la de ser ocasion para taies experiencias.13 El efecto de metâforas fuertes, sin excluirlo, tampoco se agota en Io articulado lingiïisticamente: la metâfora incluye y transciende Io proposicional. El intento de reducir su verdad a un conjunto de verdades literales implica, por Io tanto, dejar fuera experiencias no susceptibles de aprehension proposicional, que se cuentan, sin embargo, entre los mas preciados encantos de la metâfora.
d) La dinamica de la interpretation metaforica. Si bien no puede ser casual que al entrar en una discusion sobre la verdad de un enunciado metaforico exista la inévitable tendencia a discutir enunciados literales, no es cierto que el interprète comience revisando, de modo por asi decir neutral, cuâles y cuântos pensamientos verdaderos y falsos contiene Io escuchado, tras Io cual, y de ser el balance positivo, le atribuya verdad a la metâfora misma. A la hora de describir la interpretacion metaforica, el modelo de la verdad indirecta tendria que hacerlo en taies términos. Sin embargo, esa descripcion impide apreciar el papel activa y productive) del interprète, quien antes que nada encauza Io que ha escuchado hacia Io instructivo y verdadero, tornando, él mismo, Io insolite en interesante. La metâfora es en si misma una promesa que el interprète se encarga de cumplir. Hay pues un rendimiento interprétative que comienza mucho antes de que se évalue Io que una metâfora supuestamente sugiere "por si sola". De hecho, como veremos dentro de poco, dicho rendimiento interprétative se manifiesta ya en la identificacion de una metâfora como tal.
Lo que intento poner de relieve mediante estas cuatro criticas es Io siguiente: aceptar la tesis de que una metâfora comunica su verdad indirectamente implica distorsionar el fenomeno metaforico en aspectos cruciales. Por Io mismo, el modelo de la verdad indirecta es incapaz de elaborar Io especificamente metaforico de la verdad metaforica. Su propuesta se mueve todavia dentro del territorio delineado por la gramâtica de la verdad literal. For Io demâs, dicho modelo y las correspondientes teorias de la metâfora incurren en una falacia. Cuando se piensa en términos de verdad indirecta, se opéra, implicita ï explicitamente, con la idea de un primado del discurso literal respecto del discurso metaforico. Dicho primado se reflejaria en el hecho de que un enunciado metaforico sugiere ï da a entender algo que, al menos en principio, séria expresable por uno ï varios enunciados literales. La falacia esta en pretender inferir a partir ciel indudable primado conceptual del significado literal un primado funcional del discurso literal.14 Para comprender una metâfora debemos comprender las palabras y la oracion correspondientes en su sentido literal -en esto consiste el primado logico ï conceptual del significado literal. Pero de este no se sigue sin mas que la funcion de un enunciado metaforico sea derivada ï secundaria respecto de la funcion de un enunciado literal. ESO habria que comprobarlo y, como hemos visto. hacerlo no résulta nada fâcil, si no se prétende desfigurar al mismo tiempo Io que sea una metâfora. ,;Por que no intentar entonces la hipotesis contraria: la de que el discurso metaforico posée una funcion propia, distinta y no derivada?
3. Una metodologiapragmatica: verdad sin representation
Todo Io que sigue es una aproximaciôn, y no mas que una aproximaciôn, a un enfoque alternative de verdad metaforica. Quisiera comenzar con un punto de carâcter metodologico, concretamente, con Io que se podria denominar la originalidad metodologica del pragmatisme en cuanto teoria de la verdad (de la verdad literal, claro esta). El pragmatisme représenta, en primer lugar, un nuevo modo de abordar el viejo tema: en vez de centrar nuestra investigacion conceptual acerca de la verdad en la idea de un contenido -el contenido descriptive de oraciones ï creencias que consideramos verdaderas-, el pragmatisme propone que nos centremos en la practica de afirmarlas y aceptarlas corne verdaderas. La idea de fonde -me limito aqui a nombrarla- es que cuando llamamos a una oracién "verdadera", mas que describirla Io que hacemos es recomendarla. Como ha mostrado recientemente Robert Brandom, esta es la manera mas general y, per asi decir, mas neutral, de describir la estrategia explicativa del pragmatisme con relacién al tema de la verdad. Esto quiere decir que es posible distinguir la estrategia asi descrita de afirmaciones mas especificas, y por cierto mas discutibles, como las de que le verdadero es Io util, Io verificable, u otros lemas de le que Brandom llama el "pragmatisme estereotipado". Cuando James, por ejemplo, escribe que "[l]a verdad de una idea no es una propiedad estancada inhérente a ella", sine que "[l]a verdad acontece a una idea", una lectura posible séria decir que James nos esta proponiendo una nueva manera de plantear el tema. En vez de preguntarnos: <^qué propiedad distingue a los enunciados considerados verdaderos?, podemos preguntarnos: ^qué hacemos cuando los considérâmes verdaderos? Cuâl sea la respuesta correcte a esta pregunta, no es Io que me interesa en este contexte, Io que me interesa es la pregunta. Ella révéla que las ideas de correspondencia y représentation dejan de ser punto de partida ï eje de referencia en la investigacion pragmâtica sobre la verdad -y este es el aspecto metodologico que me interesa recalcar.
La motivacion anti-representacionalista del pragmatisme en cuanto iilosofia de la verdad es un primer paso en la busqueda de un concepto de verdad metaforica. Pues, evidentemente, la funcion cognoscitiva de una metâfora no puede consistir en representar correctamente un estado de cosas. Pero mas aun, Io verdadero de una metâfora no puede radicar en su contenido: después de todo, y como vimos al comienzo, es esencial que su contenido seafalso (o palmariamente verdadero). Como veremos mas adelante, esto no significa que el contenido de una metâfora sea irrelevante para su verdad; significa que la verdad de una metâfora no puede consistir en la expresion de un contenido. Como espero ir mostrando poco a poco, una de las claves para entender que sea la verdad metaforica es precisamente caer en cuenta de que la nocion de contenido, si nos centrâmes en ella, nos aparta del buen camino, pero que no obstante desempena un papel importante. En cualquier caso, el antirepresentacionalismo pragmâtico nos abre la posibilidad de investigar el tema de la verdad sin necesidad de centrâmes en la idea de un contenido representativo. Mirândolo bien, era Io que precisamente hacia el modelo que criticamos en el apartado anterior, al pretender localizar la verdad de una metâfora en un presumible mensaje por descifrar. Su eje de referencia era la idea de un contenido, aquel que séria expresado indirectamente por la metâfora misma y directamente por los enunciados a que conduce su interpretacion. En el fracaso de ese modelo tenemos una buena razon para preferir una metodologia pragmâtica. Asi, la pregunta que se halla en la base de todo Io que signe no es: ^qué expresa una metâfora verdadera?, sino: ,/,que hacemos al proponer ï tomar una metâfora como verdadera?
4. La nocion goodmaniana de Tightness
Asi planteada la pregunta, quiero llamar ahora la atencion sobre una nocion propuesta por un autor al que muchos consideran parte de la tradicion pragmâtica y al que Rorty aplica incluso la algo antojadiza étiqueta de "neopragmâtico". El autor es Nelson Goodman y la nocion es Tightness. No conozco una traduccion directa de este término que sea siempre satisfactoria: "correccion" pareciera ser una categoria exclusivamente moral; "adecuacion" evoca una conocida teoria de la verdad, pero nada pragmâtica. Dado que ninguno de los dos termines convence plenamente, me serviré de ambos, dependiendo de la ocasion;19 hablaré también de "correccion pragmâtica" y a veces usaré simplemente el vocablo ingles.
Comencemos preguntando de que cosas diriamos que pueden ser correctas pragmâticamente, de que es predicable "right'". En Reconceptions in Philosophy and Other Arts and Sciences Goodman y la coautora Catherine Elgin presentan una larga lista: "No solo afirmaciones, sino también ordenes y preguntas, palabras, catégories, imâgenes, diagramas, muestras (samples), esbozos, pasajes y ejecuciones musicales, y simbolos de cualquier otro tipo pueden ser correctes (right) ï incorrectes (wrong). Mi proposito -no sera difïcil adivinarlo- es ver que ocurre si agregamos a esta lista, como nuevo item, los enunciados metaforicos.21
Pero, (iqué es ï en que consiste esta rightness ï correccion pragmâtica? Goodman y Elgin plantean enfâticamente que no hay una definicion formal de este concepto ï criterios para su aplicacion; Io que hay son ejemplos y una caracterizacion a grandes rasgos. He aqui très de los ejemplos presentados por Goodman y Elgin: a) Un médico le dice a un paciente desalentado: "Usted esta haciendo progresos." No es dificil imaginar una situation en que siendo este enunciado falso, sea a la vez adecuado. Considerarlo adecuado ï inadecuado dependerâ de cuâl sea el efecto que se pretenda lograr con Io dicho. b) El enunciado "La nieve es blanca" es ciertamente verdadero, pero es incorrecto si Io que se esta discutiendo es la pregunta por la densidad del granito: incorrecto por irrelevante, c) La hilaridad que provoca un discurso salpicado de notas jocosas es una actitud incorrecta, si se trata de un discurso pronunciado durante un entierro: una actitud inapropiada en ese contexte. En mi opinion, ejemplos como éstos ponen en evidencia, antes que nada, el caracter eminentemente contextual de la notion goodmaniana de correction pragmâtica. Se trata siempre de que una envision (una palabra, una imagen, un gesto, etc.) sea relevante, mas aun, que calce en una determinada situaciôn, y de que conduzca a ciertos efectos, que a su vez solo importan en vista de intereses y necesidades que precisamente distinguen una situaciôn de otra. Este énfasis en Io contextual se halla présente también en el esbozo general que Goodman y Elgin, a falta de una definicion rigurosa, ofrecen del concepto en cuestiôn: "[l]a correcciôn pragmâtica (rightness) es una cuestiôn de calzar (fitting] y de funcionar (working}",22 esto es, de ajustarse a un cierto contexto ï discurso, y de ser funcional a determinados propôsitos. Es imposible pasar por alto la generalidad y hasta la vaguedad de esta caracterizacion, pero no me parece que esto sea culpa de Goodman ï Elgin. La imposibilidad tanto de una defïnicion general como de criterios exactes, refleja precisamente el hecho de que se esté proponiendo una categoria contextual. Afirmar que la correccion pragmâtica de un simbolo (en el sentido amplio en que Goodman habla de "simbolos") es siempre relativa ï sensible a un contexto, équivale a negar que existan criterios fijos para dar con ella. De ahi que la caracterizacion algo imprecisa de Tightness no nos deba preocupar mas que la imprécision en que necesariamente "caemos" al tratar de explicar que es un contexto. Determinar que algo es correcte ï adecuado no es ni mas fâcil ni mas dificil que aprehender un contexto ï ubicarse en una situacion. Se trata en ambos casos de una capacidad prâctica, cuya adquisicion y funcionamiento no se rige por reglas précisas.
Esta presentacion del concepto de Tightness apunta al primer motive por el cual Io considère un concepto relevante para el asunto que nos ocupa. El punto es que la metâfora es un fenomeno linguistico que !leva también la marca de Io contextual y en que Io contextual tiene como contraparte la imposibilidad de una reglamentacion. Si una oracion es dicha metaforicamente ï no, es algo que dépende de una situacion comunicativa, es decir, de aquel que habla ï escribe, de su publico, de los temas de interés, de las informaciones compartidas, etc. Cuando alguien dice, por ejemplo, que Juan es un nino, puede querer decirlo en un sentido literal, en el caso de que Juan tenga seis anos, ï en un sentido metaforico, si se refiere a un Juan de treinta. Y cuando alguien pregunta, si las flores se van a dormir todas las noches, no necesariamente se trata de una metâfora: quien pregunta podria ser un nino que aun no domina plenamente el uso del verbo "dormir". Lo que vale para la identificacion de un enunciado en cuanto metaforico, vale por cierto aun mas para su interpretaciôn. Solo podrân interpretar propiamente una metâfora, solo se interesaran incluso por hacerlo, quienes dispongan de informaciones que el autor esta presuponiendo, quienes conozcan el trasfondo necesario para que una metâfora tenga gracia. Notese que esta dependencia contextual vale también para metâforas muy générales, como las dos metâforas filosoficas sobre el lenguaje que cité al comienzo. En casos como éstos, el contexte en el que la metâfora ha de calzar es un contexte de preguntas, problemas, discusiones, etc. Quien no esté minimamente al tanto de maneras tradicionales de concebir filosoficamente el tema del significado lingiiistico, no repararâ en el tremendo potencial critico que implica ver las palabras como herramientas. Ahora bien, a toda esta dependencia contextual le corresponde, como el reverso de una misma medalla, la inexistencia de reglas. No es casual que no existan diccionarios de significados metaforicos, es conceptualmente necesario. Pocos querrân negar que séria absurdo pretender formular reglas fijas y necesarias para la produccion de metâforas; pero esto vale también para su identificacion e interpretacion por parte del oyente ï el lector. Pues bien, la idea goodmaniana de correccion pragmâtica nos permite ver que el carâcter necesariamente contextual y, por ello, no reglamentado del fenomeno metaforico no excluye la posibilidad de una evaluacion normativa. Una metâfora puede ser evaluada, primero, en el sentido de si es apta ï apropiada en un determinado contexte lingiiistico ï extralingiïistico y, segundo, si consigue realmente los efectos que son de relevancia e interés en tal contexte.
Es cierto que le primero -el engarce con un discurso o contexte- no représenta un paramètre de acuerdo con el cual midamos exclusivamente enunciados metafóricos. En particular, ser relevante y calzar en una situación dada es una exigencia a la que también se halla sometido el discurso literal (a éste le exigimos normalmente ambas cosas: verdad literal y adecuación pragmática). Pero el ajuste contextual posee para el enunciado metaforico, a diferencia del literal, una importancia de vida o muerte. Como puede observarse sobre todo en metáforas osadas o inusitadas, es precisamente tal ajuste el que nos permite decidir si lo escuchado o leído es siquiera una metáfora o si no es, en realidad, un simple abuso del lenguaje. Cuando la vida humana es llamada una comedia, un libro, un viaje, un baile de máscaras, etc., no resulta difícil constatar un empleo metafórico del lenguaje. Pero, ¿qué diríamos si alguien afirma sin mas que la vida es una zanahoria, una piscina o un clavo? Por cierto, es posible construir o imaginarse un contexte lingüístico o extralingüístico en que semejantes afirmaciones adquieran un sentido metaforico (en un artícule sobre metáfora lei que existe efectivamente un poema basado en la idea de que la vida es una zanahoria). Pero si no disponemos de tal contexto, tenderemos a ver en casos como éstos enunciados sin sentido algu.no, puro nonsense. Para la metáfora, sobre todo en el caso paradigmático de metáforas que sorprenden y refrescan, cl ajuste contextual es entonces cuestion de vida o muerte, pues a falta de tal ajuste lo dicbo tiende a degenerar en mero sinsentido.
Dicho sea de paso, este ajuste a una situacion apunta a otro elemento característico del discurso metaforico y del discurso figurado en general. No por nada hablamos a menudo de la metáfora "precisa". Estoy pensando en el tono. Buenas metáforas adecuan su tono, o bien solemne y elevado, o bien común y corriente, según lo que esté en juego. Si se trata de proponer una profunda visión sobre un tema crucial de la vida, se evitará un tono ligero. Pero si el contexte es cotidiano y lo que se busca es conseguir un efecto directe y sencillo, por ejemplo mediante una imagen plástica, el tono no puede ser sublime. Se me objetará que cuando hablamos literalmente también importa el tono. Y responderé que es cierto, pero que la preocupación por la palabra justa, el matiz preciso o el tono adecuado no es tan característica del discurso literal. Existen, sin duda, descripciones completamente literales que evidencian un enorme cuidado por el tono, los matices, etc. -baste pensar en la prosa de un escritor que no ocupa metáforas. Y también hay situaciones cotidianas en que es decisivo no solo qué se diga, sino cómo se diga. . . literalmente. Pero hay también muchas otras en que no lo es, situaciones en que no mostramos tal cuidado, pues nuestro interés se limita al traspaso de una simple informacion que puede ser expresada de una forma u otra. Lo que aquí quiero decir es que en el discurso metaforico esto no ocurre nunca. Con relación a todo este asunto existe, es cierto, una diferencia más bien graduai entre lo literal y lo metaforico; pero la diferencia existe.
Un segundo aspecto iluminador de la nocion goodmaniana es el siguiente: no porque entre los encantos de la metáfora se cuenten sus efectos no proposicionales, no porque enfaticemos su capacidad de inspirar imágenes o escenarios, actitudes o sentimientos, no por ello tenemos que guardar silencio -como sugiere Davidson- respecte de si un enunciado metaforico es en si mismo correcte o no. Me limitaré a reseñar este punto mediante un ejemplo. Un hombre y una mujer que han vivido juntos toda una vida, se enfrentan con el hecho de que su amor ha ido desapareciendo con el tiempo, de que su relación carece ya de sentido. Una noche, iras una larga y dificil conversación en la que vuelven a constatar la ausencia de sentimientos mutuos, los invade a ambos una profunda tristeza. Uno de ellos dice entonces en voz baja: "Está anocheciendo. . . ". Si bien es verdad que afuera anochece, esto es demasiado verdadero y, por lo demás, irrelevante. Se trata de una metáfora; una metáfora quizá no muy original, pero correcta en el sentido goodmaniano. Por un lado, el verbo "anochecer" y sus connotaciones -un cierto silencio, una cierta melancolía- calzan, es decir, son oportunos en ese momento de gran desconsuelo. Y por otro lado, la palabra dicha consigue el efecto metaforico apropiado. Naturalmente no se trata en este caso de un efecto cognoscitivo -la otra persona también sabe que ya todo ha terminado. El hablante ha querido mas bien poner énfasis en la tristeza que siente y sabe compartida; de alguna manera ha querido incluso suscitar aquel sentimiento de tristeza que considera el unico indicado, conveniente a la situacion. Acaso baya querido evocar a la vez un cierto recogimiento y -junto con éste- una cierta tranquilidad, que son parte de lo que solemos asociar con anocheceres y que perfectamente pueden ir de la mano con la tristeza. Como se aprecia, incluso en casos tan sencillos como este, la metáfora puede traer consigo una compleja gama de sentimientos apropiados y ha de ser considerada en tal medida una metáfora adecuada, correcta. Pero esto significa que sí es pertinente -a diferencia de lo que sugiere Davidson- evaluar una metéfora en términes normatives, pese a que haya aspectos no proposicionales en juego. Sólo es necesario tener en cuenta que ciertos sentimientos son en ciertas ocasiones los apropiados.
Pero volvamos a la función cognoscitiva del discurso metafórico, que, sin negar otras funciones que indudablemente tiene, es la que me interesa aqui centralmente. El concepto de corrección pragmática -y este es el tercer aspecto que quisiera destacar al proponerlo como un concepto clave para nuestro tema- nos da una primera idea del modo en que una metáfora puede cumplir un papel cognoscitivo. Recordemos la lista de Goodman y Elgin: entre sus ítems, es decir, entre las cosas de las que diríamos que pueden ser correctas pragmáticamente figuraban dibujos, fotografías, mapas geográficos y diagramas. Pues bien, lo comun a estos casos es que en cada uno de ellos alguien se sirve de un medio determinado para mostrar y no para decir "como son las cosas" en un ámbito determinado. ¿No es posible afirmar algo semejante del modo en que una metáfora puede ser relevante cognoscitivamente? ¿Y no tendrá que ver la resistencia de Davidson a buscar un concepto de verdad metafórica con su no consideracion de dibujos, fotografías, mapas y otros "simbolos" en cuanto medios de conocimiento? Ciertamente todos ellos son medios genuinamente cognoscitivos, procedimientos de los que nos valemos para saber "como son las cosas" en un ámbito determinado. Y en el hecho de que lo sean no parece haber tampoco nada misterioso, otro de los motivos -lo misterioso- que seguramente tornan sospechosa la nocion de verdad metaforica a los ojos de Davidson. Lo dicho sobre dibujos, fotografías, etc., vale también para el lenguaje gestual: un gesto es considerado correcte (right), si quien lo ejecuta logra mostrarnos "como son las cosas", tanto en los casos más sencillos -como cuando con un movimiento de la mano indicamos que queremos la cuentacomo en casos más complejos. El famoso gesto napolitano con que Piero Sraffa le hiciera ver a Wittgenstein las limitaciones de su posición semántica en el Tractatus fue, en el sentido mas goodmaniano, el gesto apropiado. La categoría de rightness nos permite apreciar entonces que al hablar metaforicamente mas que decir algo, lo que pretendemos es mostrar algo. La metáfora de las palabras como herramientas nos hace ver el significado y el lenguaje de otro modo, sin que diga o exprese algo adicional a lo que en realidad dice: una obvia falsedad. Un enunciado metaforico muestra algo interesante, diciendo algo absurdo o trivial, y en tal sentido no es tanto un enunciado, como más bien un gesto (esto podría considerarse una observacion gramatical al concepto de metáfora). Y, por supuesto, podemos tener éxito pero también fracasar en el intente de mostrar algo: las metáforas pueden ser correctas o incorrectas.25
El concepto goodmaniano de corrección pragmztica, aplicado a la metáfora, revela una gramática distinta de la del concepto de verdad literal. Es una especie de error categorial pensar que una metáfora diga algo correcte, al modo de un enunciado literal: el decir no es su negocie. Si se quiere, un enunciado metafórico no es un vehícula de conocimiento, sino una ventana al conocimiento. Relacionado con todo esto hay otro aspecto gramatical que subrayar: es propio del mostrar, mas que del decir, el carácter abierto o indeterminado que, como vimos en la primera parte, caracteriza al enunciado metafórico. No es claro cuanto sea capaz de mostrarnos una fotografía, pero sobre todo no es claro que quepa preguntárnoslo. Y lo mismo ocurre también, como ya vimos, con la metáfora.
A modo de resumen: la hipótesis con que hemos trabajado en este apartado, la hipótesis de que la verdad de una metáfora consista en ser correcta, en el sentido goodmaniano de corrección pragmática, tiene la triple ventaja de: a) subrayar el carácter contextual del fenomeno metaforico, b) hacer justicia a los momentos no proposicionales -pero no por ello arbitrarios- de una metáfora y c) hacernos tomar conciencia de que el modus operandi de la metáfora no es, en primer lugar, un decir, sino un mostrar, lo que pone ya de manifiesto diferencias gramaticales entre la verdad metaforica y la verdad literal.
5. Crear un contexto adecuado
Por dos motives -que creo relacionados- lo alcanzado hasta ahora es aún insuficiente. En primer lugar, cuando preguntamos en que sentido es verdadera una metáfora, lo que nos interesa es averiguar en qué sentido lo es de su objeto, es decir, del objeto o tema sobre el cual versa. Lo que he planteado hasta ahora, valiéndome de la rightness goodmaniana, es que la metáfora debe ser apta con relación a un contexto; aunque esto sea parte importante de la historia, como creo que lo es, no puede ser la historia completa. Y en segundo lugar, la tesis de que nuestra actitud e intención al hablar mediante metáforas corresponden a un mostrar y no a un decir, si bien ayuda a entender por qué razones "gramaticales" no procede analizar la verdad metafórica en términos de verdades literales, i.e., verdades "dichas", como tesis positiva resulta ser terriblemente vaga. Peor aún, mapas y gestos son capaces de mostrarnos como son las cosas, con base en sendos sistemas convencionales de representación (aunque esto no vale para el uso no convencional que Sraffa hace del gesto napolitano). Sin embargo, en el caso de la metáfora -y he hecho precisamente mucho hincapié en esto- no existen convenciones o reglas en la base de su funcionamiento. Resumiendo, la tesis de que una metáfora muestra algo, en vez de decirlo, no es más que el anuncio de una explicación.
Empezaré por este segundo punto, la distinción entre decir y mostrar, para luego conectar con el primero, la verdad de una metáfora con relación a su objeto. Observaba hace un momento que la metáfora muestra algo interesante diciendo algo absurdo o trivial. La observación no era, nótese bien, que la metéiora muestre algo sin decir nada, ni que lo dicho dé lo mismo. He ahí la razón de por qué la comparación metaforica entre gestes y metáforas sea tan insuficiente y de por que esto valga incluso para el caso de Sraffa. Sraffa uso no convencionalmente un gesto convencional; tal original uso calzó en una situación, logró un efecto cognoscitivo relevante (le mostró a Wittgenstein "cómo son las cosas") y puede ser considerado por ello correcte, adecuado. Todo esto puede decirse también de un enunciado metafórico. Pero hay una diferencia que salta a la vista: el enunciado metafórico posee, esto es un hecho, un contenido proposicional. La función cognoscitiva de una metafóra no puede consistir en algo que nos dice. Pero la metáfora nos muestra lo que nos muestra diciéndonos algo, i.e., valiéndose del contenido que expresa. Por lo mismo, ese contenido, aunque falso u obviamente verdadero, no puede ser irrelevante. En él radica más bien la forma específica -la que ahora debiéramos describir- en la que los enunciados metafóricos, a diferencia de "símbolos" como gestos, mapas o fotografías, pueden mostrarnos algo. ¿Qué función desempeña dicho contenido?
En mi opinión, la mejor manera de describir la funcion del contenido falso u obviamente verdadero de una metáfora es diciendo que, a través de él, quien habla o escribe metafóricamente crea un nuevo contexto y lo propone como adecuado para hablar (y no sólo hablar) de un cierto objeto o tema. Quien afirmó por primera vez que la pobreza es un delito, creo un nuevo contexto en el cual situar el tema de la pobreza y afirmó que se trataba de un contexto adecuado con relación a ese tema. Ese contexto es el que forman no sólo todas las informaciones, sino también todas las imagenes, estados de ánimo, formas de reaccionar, etc., relacionados con el fenómeno del delito. Como es obvio, no cualquier falsedad da lugar a una buena metáfora. Lo que torna a algunas de ellas interesantes -a diferencia de, por ejemplo, "Una silla es un silogismo"-es su capacidad de indicar un contexte adecuado para la tematización de un asunto. Vemos ahora que una metáfora opera cognoscitivamente de un modo más complejo que el gesto de Sraffa y mucho más complejo que un gesto o un mapa convencional: una metáfora crea -y ahí radica la función de su contenido proposicional- un nuevo contexto para hablar del tema en cuesctión y relacionarse con él. Es por eso que la metáfora muestra, si se quiere, mucho más que un gesto o un mapa, o muestra "cómo son las cosas" en un sentido a la vez más prof undo.
Para dar mas forma a la idea que estoy proponiendo -la idea de que mediante una metáfora se crea un contexto, del cual se afirma a la vez que es correcte o adecuado- examinemos brevemente los dos conceptos en juego: contexto y contexto adecuado. Al hablar de "contexto" quiero llamar la atención sobre algo que puede ser igualmente descrito mediante otras nociones. Podemos decir, por ejemplo, que la falsedad de la oración "Las palabras son las flores de la boca" sirve para crear y proponer un nuevo modo de ver el tema del lenguaje. O podemos decir que el error categorial contenido en la oración "La arquitectura es musica petrificada" brinda un nuevo acceso al tema de la arquitectura, una nueva perspectiva sobre la arquitectura. Reuniendo estos conceptos -"contexto", "modo de ver", "acceso", "perspectiva"- quiero recalcar lo que cada uno de ellos sugiere: a saber, el hecho de que un contexto -o un modo de ver, una perspectiva, etc.,- no se agota en un conjunto de enunciados o pensamientos, i.e., de estructuras proposicionales, sino que abarca también -como apunté ya en el ejemplo del delito- formas de actuar y reaccionar, actitudes, imágenes, sentimientos, etc. Un modo de ver algo no es simplemente un conjunto de opiniones más o menos bien conectadas lógica y temáticamente. Un modo de ver algo -simplemente por tratarse de un modo- no se puede decir; si bien incluye enunciados particulares, no se agota en ninguno de ellos, escapando siempre a su reproducción en un listado de verdades. Como bien señala por ahí Dummett con relación a lo que Wittgenstein buscaba con su filosofía y que éste mismo caracterizara precisamente como una Anschauungsweise, un nuevo modo de ver el lenguaje: "Una mirada límpida no es a su vez un objeto visible."
Ahora bien, ¿qué significa hablar de un contexte adecuado o un modo de ver correcte? Si bien se trata de las mismas palabras usadas por Goodman y Elgin, su uso ya no es el mismo; se trata ahora de un concepto diferente. Ya no estamos hablando de un enunciado (literal o metafórico), una palabra, un estado de ánimo, etc., que es correcto o adecuado con relacion a un contexto; hablamos ahora de un contexto que puede ser correcto o adecuado con relación a un tema. Pues bien, la fundamental diferencia estriba en que es imposible hablar de un contexto correcto ï adecuado prescindiendo de la noción habituai de verdad, i.e., de verdad proposicional. Veíamos en Goodman que, dado un cierto contexto, un mismo enunciado puede ser falso y no obstante correcto, como en el caso del medico y el paciente desalentado, o puede ser verdadero pero incorrecte, como en el caso de "La nieve es blanca" en medio de una discusión sobre el granito. Pero la posibilidad de que la corrección pragmática siga un camino distinto del de la verdad, no existe cuando de lo que se trata es de saber si un contexto es el correcto, el adecuado, o no. Un contexto, un modo de ver o un acceso no pueden ser considerados correctes si los enunciados a los que dan lugar no son verdaderos. Que un contexto sea el adecuado para situar un tema, para hablar de él y relacionarse con él, significa, entre otras cosas, que da pie a la elaboración y reconocimiento de verdades literales. Ahora resulta posible explicar la intuitiva plausibilidad que posee el modelo de la verdad indirecta, con su énfasis en las verdades literales a las que una metáfora es capaz de conducirnos. Una condicion necesaria para que una metáfora sea considerada correcta con relación a su objeto es que nos conduzca a verdades literales sobre el mismo -esta es la intuición correcta que subyace en el modelo de la verdad indirecta. Sin embargo, dicho modelo distorsiona otros dos aspectos igualmente centrales: primero, que la función del habla metafórica no es la de expresar un mensaje cifrado, sino la de crear y proponer un contexte o modo de ver; y, segundo, que por el carácter propio de nociones como "contexte" en "modo de ver", la verdad de una metafora no se agota en conducirnos a verdades literales. Un contexte adecuado a un tema o un modo de verlo correctamente constituye un complejo entretejido formado por creencias verdaderas y actitudes, prácticas, emociones, etc., correctas (también, ahora sí, en un sentido de validez normativa y moral) respecto de un tema.
Este enfoque hace justicia a aquellos aspectos caracteristicos de lo metáforico con los que el modelo de la verdad indirecta entra en conflicto. Primero, el carácter abierto de la metáfora, el repetido "etcétera" en que acaba su interpretación o comentario, queda directamente reflejado en el carácter indeterminado de la noción de contexto. El contexto creado por una metáfora permite una cantidad de enunciados literalmente verdaderos sin un límite claro. Segundo, no existe razón alguna para negar que un modo correcte de ver un tema puede incluir perfectamente modos metafóricos de hablar sobre el mismo. Tercero, y como he venido enfatizando ahora, un modo de ver un tema no solo nos permite decir literal y metafóricamente muchas cosas, sino también relacionarnos de otra manera con él (pensemos en el caso de la pobreza como delito), lo que muestra la relevancia de los aspectos no proposicionales del discurso metafórico. Y, cuarto, el enfoque da cuenta también del papel activa del interprete: el hablante propone un contexte (lo que, obviamente, no es poco), pero es el intérprete quien opera dentro de él, quien averigua sus posibilidades, quien termina sacándole partido o no.
A la luz de lo dicho podria presentarse el siguiente reparo: ¿es lo que estoy proponiendo como funcion cognoscitiva de una metáfora -la articulacion de un modo acertado de ver las cosas- realmente una funcion especifica del discurso metaforico? ¿No se trata acaso de una funcion que puede ser cumplida igualmente por el discurso literal? Si alguien dice la oracion: "Somos los habitantes de un pequeno planeta en medio del universe infinito", ¿no esta acaso articulando también un complejo modo de ver la vida humana, incluidos sentimientos, actitudes, formas de actuar, etc.? Para responder a esta objecion es necesario preguntar por la situation en que la oracion es proferida y puede cumplir la función descrita. Se trata con toda seguridad de una situación en que el contenido literal de lo dicho no cuenta como especialmente informative, por ejemplo, durante una conversación entre un grupo de adultes relativamente bien informados al comenzar el siglo XXI. En ese contexto, el hecho de que somos habitantes de un pequeno planeta en medio del universe infinito es cuestión bien conocida, prácticamente obvia. Ahora bien, solo habiendo supuesto un contexto como este, se ha podido describir la función de lo dicho como se acaba de describir. En otras palabras, se la ha podido describir asi, porque en ese contexto no explicitado estamos en realidad frente a un uso metafórico de la oración. Seria distinto si se tratara de un grupo de niños a los que un profesor explica por primera vez el tamaño de nuestro planeta, o de un extraterrestre extraviado que nos pide información sobre el mismo. Lo que se olvida, al presentar este supuesto contraejemplo, es que lo metáforico no es una propiedad de determinadas oraciones, sino mas bien una manera de usarlas por parte de un hablante y de interpretarlas por parte de una audiencia.
Termino con una observación critica sobre aquella filosofia en la que de alguna manera me he formado: la asi llamada filosofia analitica. De lo que he planteado aqui se signe, me parece, la necesidad de corregir una imagen torcida con relación al tema de la verdad, a saber, la imagen que nos dejan los filósofos analiticos con su casi obsesión por el tema de la verdad proposicional, i.e., por el predicado "verdadero" cuando se dice de oraciones o creencias. Hablo de una imagen "torcida", en vez de "falsa", pues no se trata ni de un error, ni de una suma de errores, que alguna de las "teorias de la verdad" en circulación pueda corregir redistribuyendo los valores de verdad asignados a sus proposiciones. Se trata mas bien de una fijación, de una imagen que mantiene cautivo, de unas gafas a través de las cuales se mira todo, en suma, de un determinado modo de ver la temática de la verdad. Acaso quepa especular que la conformación de una imagen distinta de la verdad requerirá necesariamente, además de buenos argumentos, de nuevas y sugerentes metáforas. Pero en cualquier caso, mientras no se nos ocurra quitarnos las gafas, no seremos capaces de ver que tanto en nuestra vida cotidiana, como en nuestras ocupaciones intelectuales, politicas y artisticas, existen formas de verdad, o si se quiere, de lo correcto o apropiado, no susceptibles de ser identificadas con, ni reducidas a, la verdad proposicional. La "filosofia analitica" -si es que este rotulo designa hoy en dia algo mas que entidades geográficas e institucionales (paises, facultades o revistas, a diferencia de contenidos, métodos o estilos)no pareciera tener cabida para formas no proposicionales de verdad. Davidson tiene toda la razón en negarle a la metáfora verdad proposicional. La cuestión es si no hay otros tipos de verdad.
Recibido: 7 de junio de 2000
SUMMARY
What does the (possible) truth of a metaphor consist in? The first part of this paper is a critical analysis of the following model: A metaphorical statement is true if and only if it somehow leads to the recognition of literal truths. This model of metaphorical truth as indirect literal truth is not utterly inadequate, but it fails to account for certain central features of the metaphorical: the openness of the interpretation of living metaphors, the phenomenon of the so called metaphorical chains (or nets), the non-propositional aspects of many metaphors, and the active, creative role of the interpreter.
In the second part I develop an alternative model, based on: a) a pragmatist methodology with respect to the truth-issue in general (truth without representation), b) Goodman's concept of Tightness, c) the difference between saying and showing, and d) the idea, that a good metaphor creates a new context which not only allows us to say something new concerning the topic in question, but which allows us to treat the topic in a new manner.
1 Metâforas "doblemente verdaderas" (twice true), a saber, enunciados que son verdaderos tanto en una lectura literal como en una metaiorica, no constituyen una excepcion a estos dos criterios de Io metaforico (falsedad, obvia verdad). Si alguien me dice que Varsovia es una ciudad fria, solo Io tomaré metaforicamente -como una alusion, por ejemplo, a un problema de politica internacional-, si se da por descontado que estoy al tanto del clima de Varsovia, es decir, si en la situacion correspondiente la informacion cuenta como obvia. Lo que el fenomeno observado por Ted Cohen pone realmente de manifiesto es la dependencia contextual de la identificacion e interpretacion de metâforas, a la que me referiré en el cuarto apartado. Cfr. Ted Cohen, "Notes on Metaphor", Journal of Aesthetics and Art Criticism, no. 34, 1976, pp. 249-259.
2 Donald Davidson, De la verdad y la interpretacion. Fundamentales contribuciones a la filosofia del lenguaje, Barcelona, 1995, pp. 245-262.
3 Mas tarde Rorty llevarâ esta explication causal hasta sus ultimas consecuencias. Cfr. Richard Rorty, "Unfamiliar Noises: Hesse and Davidson on Metaphor", en su Objectivity, Relativism, and Truth. Philosophical Papers, vol. 1, Cambridge, Mass., 1991, pp. 162-172.
4 Creo correcto e importante insistir, como Io hace Davidson, en los aspectos no proposicionales (volveré a este punto mas adelante). La critica davidsoniana al concepto de significado metaforico merece, en cambio, un juicio mas diferenciado.
5 Diverses teorias de la metâfora ofrecen diversas explicaciones de como una metâfora puede conducir a tal reconocimiento: si por medio de una comparacion tâcita (teoria de la comparacion), ï introduciendo una expresion en lugar de otra (teoria de la sustitucion), ï mediante una implicacion conversacional (Grice), ï queriendo decir algo indirectamente (Searle). Estas diferencias no importai! aqui y por ello hablo a continuacion de un modela de verdad metaforica.
6 Refiriéndose a Io mismo, Cooper habla de una "verdad vicaria" (vicarious truth): el enunciado metaforico aparece como si estuviera "en lugar de" ï "sustituyendo a" un determinado numéro de enunciados literalmente verdaderos. Cfr. David E. Cooper, Metaphor, Oxford, 1986, pp. 200-216.
7 Cfr. Stanley Cavell, "Aesthetic Problems of Modem Philosophy", recopilado en su libro Must We Mean All What, We Say?, Cambridge, Mass., 1976.
8 Existen, sin duda, diferencias entre los tratamientos de Grice y Searle: fundamentalmente, la mayor sensibilidad de Grice con respecto a la dimension contextual y el status menos pretencioso de sus "mâximas" en comparacion con las reglas elaboradas por Searle. Por Io mismo, mi critica se dirige sobre todo a la teoria metaforica de este ultimo. Cfr. H. Paul Grice, "Logic and Conversation", en P. CoIe y J. Morgan (eds.), Syntax and Semantics, vol. 3, Nueva York, 1975; y John Searle, "Metaphor", en su Expression and Meaning, Cambridge, Mass., 1979.
9 Aunque sin referenda a la cuestion de la verdad metaforica, este argumente se encuentra en Merrie Bergmann, "Metaphorical Assertions", Philosophical Review, XCI, 1982, pp. 230 ss.
10 Black considéra comofuertes aquellas metâforas que cumpleii en un grado alto los criterios de "énfasis" y "resonancia": una metâfora es enfâtica cuando ninguna de sus palabras puede ser sustituida por otras y posée resonancia cuando es rica en implicaciones. Cfr. Max Black, "More about Metaphor", Dialéclica, 31, 1977, pp. 431-457.
11 Cfr. sobre este fenomeno Lynne Tirrell, "Extending: The Structure of Metaphor", Nous, 23, 1989, pp. 17-34.
12 Cfr. Martin Davies, "Idiom and Metaphor", en Aristotelian Society Proceedings, LXXXIII, 1982/1983, pp. 67-85.
13 Cfr. Donald Davidson, "Reply to Oliver Scholz", en R. Stoecker (éd.), Reflecting Davidson, Berlin/Nueva York 1993, p. 173. En "Que significan las rnetâforas" Davidson pregunta cuântas proposiciones transmite una ibtograiia, solo para indicar que se trata de una mala pregunta, pues "[l]as palabras no son la moneda apropiada para intercambiar por una imagen" (Davidson, op. cit., p. 261).
14 Esta falacia es expuesta claramente en los dos siguientes articules: Martin seel, "Am Beispiel der Metapher", en Forum fur Philosophie Bad Homburg (eds.), Intentionalitat und Verslchen, Francfort del Meno, 1990, pp. 237-272; Dan Sperber y Deirdre Wilson, "Loose Talk", Proceedings of the Aristotelian Society, 86, 1985/1986, pp. 153-171.
15 Cfr. Robert Brandom, "Pragmatism, Phenomenalism, Truth Talk", Midwest Studies in Philosophy, XII, 1987, pp. 75 ss. Otra manera de formular la idea que orienta al pragmatisme, en la version no estereotipada que interesa a Brandom, es diciendo que enunciados del tipo "p es verdadero" no funcionan, pesé a la analogia gramatical, como descripciones ("La mesa es roja"), sino como performatives ("Te prometo que vendre").
16 William James, "Concepcion de la verdad segun el pragmatisme", en J.A. Nicolas y MJ. Frâpoli (eds.), Teorias de ßá verdad en el siglo XX, Madrid 1997, p. 97. Se malinterpretan las observaciones de James ï Dewey sobre verdad, si se las lee como el intento de dar un analisis logico, semântico ï conceptual, i.e., una definicion del predicado "verdadero" (lamentablemente, ellos mismos se valen de formulaciones que dan pie a este malentendido). Cfr. al respecte Barry Alien, Truth in Philosophy, Cambridge, Mass./Londres, Inglaterra, 1993, pp. 62 s.
17 Me inclino a Io que Brandom llama "pragmatisme normative", a saber, Ia tesis de que considerar algo verdadero équivale a asumir ciertos derechos y deberes en un "espacio de razones". Aunque los conceptos de verdad y justificacion no son idénticos, la unica manera de escapar a un réalisme metafisico, en ultimo termine incomprensible, es ver estos dos conceptos intimamente conectados. Sobre la diferencia (articulada en términos de la diferencia entre primera y tercera persona) y la intima conexion, cfr. Albrecht Wellmer, "Der Streit um die Wahrheit. Pragmatismus ohne regulative Ideen" (manuscrito).
18 Tal como en el caso de Davidson, no esta claro que Goodman mismo acepte esta clasificacion (mas bien pareciera que no). Con relacion al inflacionario uso actual del rotulo "(neo)pragmatismo", el texto "Pragmatics and Pragmatism" de Robert Brandom (manuscrito, 1998) es una buena fuente de aclaracion sistemâtica.
19 Hasta donde veo, es Io que también hace Carlos Thiebaut en su traduccion de Waysfo Worldmaking [Nelson Goodman, Marieras de hacer mundos, Madrid, 1990). Thiebaut emplea también las expresiones "validez" y "ajuste".
20 Nelson Goodman y Catherine Z. Elgin, Reconceptions in Philosophy and Other Arts and Sciences, Routledge, Londres, 1988, pp. 155s.
21 Otro item que séria interesante agregar, por su relevancia en textes filosoficos, son los buenos ejemplos. Lamentablemente y un poco inexplicablemente, ni Goodman, ni Elgin, ni juntos ni por separado, aplican la nocion de rightness en forma explicita al caso de la metâfora. Si bien al examinar dicha nocion en el capitulo II de Reconceptions se refieren ocasionalmente a metâforas, en los textos dedicados directamente al tema de la metâfora y su verdad, ninguno de los dos abandona el marco conceptual del concepto tradicional (i.e., proposicional) de verdad. Cfr. Nelson Goodman, Languages of Art, Indianapolis, 1976 (cap. II, secciones 5-8) y Of Mind and Other Matters, Cambridge/Mass., 1884 (cap. Ill, seccion 2); Catherine Elgin, With Reference to Reference, Indianapolis/Cambridge 1983 (cap. IV).
22 Goodman/Elgin, op. cit., p. 158. Dejo sin considérer la tesis de que la correccion pragmâtica es ademâs "multidimensional", i.e., aplicable no solo con relacion a Io que se dice, sino también a otros modos de funcionamiento simbolico, como la ejemplificacion, la expresion ï la alusion.
23 Cohen explicita, a partir de esta observation, una muy interesante funcion social del discurso metaforico: la de crear intimidad. Cfr. Ted Cohen, "Metaphor and the Cultivation of Intimacy", en S. Sacks (éd.), On Metaphor, Chicago, 1979, pp. 1-10.
24 Un buen análisis de este gesto y del lenguaje corporal en general con relación a consideraciones estéticas de Wittgenstein, se encuentra en Karl Heinz Lüdeking, "Bild und Gebärde. Ludwig Wittgensteins Philosophie des Ausdrucks", Neue Rundschau, 99, 1988, pp. 115-135.
25 La analogia entre metáforas y rnapas, gráficos, fotografias, etc., es apuntada también por Black. Cfr. Max Black, op. cit., p. 456.
26 Dummett, Michael: "Can Analytical Philosophy be Systematic, and Ought it to Be?", recopilado en su Truth and other Enigmas, Cambridge, Mass., 1978, p. 439.
27 Estas expresiones son obviamente prestadas. Cfr. Ludwig Wittgenstein, Invesligaciones filosóficas, Barcelona, 1988, §§115, 103 y 144.
EDUARDO FERMANDOIS
Universidad Libre de Berlin
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