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Hay que incluirlos en la dieta desde niños para que sus propiedades beneficien al organismo. Protegen órganos o estimulan funciones básicas.
Ya lo decía Hipócrates, hace más de 2.500 años: "que la alimentación sea tu única medicina y que la medicina sea tu alimentación". Y no se trata de una de esas distorsiones histórico-lingüísticas-filosóficas, del señor Reyes.
Bajo esta premisa del padre de la medicina podría ampararse la nueva tendencia en nutrición: los alimentos funcionales, que son aquellos, que además de nutrir, ofrecen beneficios para la salud y reducen el riesgo de sufrir enfermedades, gracias a ciertos componentes que poseen.
Se dice, por ejemplo, que pueden reducir los riesgos de hipertensión o diabetes, disminuir el colesterol, mejorar las defensas, retrasar el envejecimiento y ayudar a mantener un buen estado físico.
Incluso se le otorgan propiedades para prevenir ciertos tipos de cáncer como el de colon, próstata y mama.
Los alimentos funcionales van más allá de lo que nos enseñan de niños cuando estamos aprendiendo a comer: que la zanahoria es buena para la vista porque tiene vitamina A, que la leche es necesaria para los huesos porque tiene...