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Enviada especial futbolred, moscú (rusia)@jennygameza
Crónica Jenny Gámez A.
Rebobinando. 1950. Terminaba la Segunda Guerra Mundial y la tensión entre EE. UU. y la Unión Soviética alcanzaba el clímax. El enemigo estaba en todas partes y atacaría sin misericordia en cualquier momento. De hecho, no lo haría nunca, pero la sospecha jugaba en favor de ambos bandos y lo justificaba todo. Había que protegerse aunque fuera debajo de las piedras. ¡Eso! ¡Debajo de las piedras! A más de 60 metros, para estar más seguros. Y había que hacerlo en medio del más absoluto sigilo, mimetizándose entre la gente, las familias, como si fuera una construcción cualquiera para no despertar suspicacias… una estación de Metro, digamos. Fue siempre un gran argumento para una película, de las buenas incluso. De no ser porque tiene dirección, teléfono, código postal y un nombre: Búnker 42. El que fuera un auténtico escondite en el que trabajaron como topos cientos de militares es hoy un museo. Hacia afuera es una casa cualquiera, en medio de un barrio residencial, con la imagen de Lev Yashin en los costados de los edificios gracias a la excusa mundialista. Un portón verde y una taquilla pequeña y deshabitada hablan de que adentro atienden...